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La quimera del oro de Charles Chaplin


Ficha técnica y sinopsis. Portada del programa de mano.

«Lo que he hecho en La quimera del oro es exactamente lo que quería hacer. No tengo excusas ni coartadas. Esta película la he hecho tal y como he querido.»

Charles Chaplin.


Sobran las presentaciones. Sir Charles Spencer Chaplin fue, sin duda, uno de los mayores genios de la historia del cine. Su legado fílmico como actor, director, guionista, productor y músico es tan amplio como su leyenda, con 81 obras en total. Sin embargo, su filmografía tan solo comprende 11 largometrajes —obras de más de una hora de duración o más de seis rollos— realizados en sus últimos 46 años de actividad, desde El chico (The Kid, 1921) hasta La condesa de Hong Kong (A Countess from Hong Kong, 1967), mientras el grueso de su filmografía comprende el resto de 70 obras —cortometrajes y mediometrajes, con la única excepción del largometraje Tillie's Punctured Romance (1914), en el que solo actuó— realizadas desde 1914 hasta 1923, en tan solo 9 años. Durante estos primeros años la leyenda de Chaplin creció como la espuma, firmando contratos millonarios que se duplicaban o triplicaban en su paso de una compañía a otra, desde la inicial Keystone, pasando por Essanay y Mutual, hasta la First National.

Pero la ambición de Chaplin por poseer el control absoluto sobre sus films no tenía límites y lo derivaría, finalmente, a fundar su propia compañía cinematográfica el 5 de febrero de 1919, junto a D.W. Griffith, Douglas Fairbanks y Mary Pickford, desafiando, de este modo, el poder de los grandes estudios de la época. Había nacido la United Artist y, de algún modo, el cine independiente y el cine de autor. Bajo el sello de la compañía estadounidense, Chaplin dirigió 8 largometrajes, todos ellos absolutas obras maestras: Una mujer de París (A Woman of Paris: A Drama of Fate, 1923), La quimera del oro (The Gold Rush, 1925), El circo (The Circus, 1928), Luces de la ciudad (City Lights, 1931), Tiempos modernos (Modern Times, 1936), El gran dictador (The Great Dictator, 1940), Monsieur Verdoux (1947) y Candilejas (Limelight, 1952). Ya en tierras británicas —desde su forzado exilio americano en septiembre de 1952— rodaría sus dos últimas películas: Un rey en Nueva York (A King in New York, 1957), producción británica de Attica-Archway, y La condesa de Hong Kong (A Countess from Hong Kong, 1967), producción también británica de Universal Pictures y su única película filmada en Panavision y Technicolor.

De entre todas ellas, Chaplin siempre se refirió a La quimera del oro como la película por la que le habría gustado ser recordado, tal y como afirmó durante toda su vida en varias ocasiones. Y no es difícil suponer el por qué. Su primera y esperada película para United Artist en 1923, Una mujer de París, fue, para sorpresa de todos, un drama y no una comedia; un drama, además, no protagonizado por Chaplin que significó un relativo fracaso de taquilla, a pesar de obtener muy buenas críticas. Para su segunda película en United Artist, Chaplin entendió que debía realizar una obra perfecta, que cumpliera con las expectativas tanto del público como de la crítica, volviendo a la comedia, siempre como recurso para describir la naturaleza trágica de la vida —fundamental en el cine de Chaplin—, y a caracterizarse de su icónico personaje del vagabundo. Chaplin se había retado a sí mismo, inmerso en la absoluta libertad que le proporcionaba su propia compañía, a crear una obra inmortal que reventara la taquilla y que fuera considerada como la obra de un autor único e independiente. Y lo consiguió, con creces. La quimera del oro cuadriplicó su ya desorbitado presupuesto inicial para la época, de casi un millón de dólares —el más elevado para una comedia en toda la etapa del cine silente—, recaudando 4 millones de dólares en las taquillas de todo el mundo. La quimera del oro es la quinta película más taquillera del periodo mudo y una de las más influyentes de las historia del cine hasta nuestros días. Posteriormente, el genio británico crearía el resto de sus obras maestras en plenitud de libertad creativa, bajo su deseada propia compañía, muchas de ellas igual de exitosas e influyentes. Pero La quimera del oro fue la primera de todas. La obra que le permitió continuar explorando su genialidad. Tal vez, esta sea la clave de la devoción que el propio Chaplin sintió por La quimera del oro hasta el final de sus días.


Cartelería internacional de La quimera del oro.


Durante toda su vida, Chaplin hizo muchas alusiones a la necesaria coexistencia entre la tragedia y la comedia, y a cómo esta relación marcó su estilo narrativo y discursivo. Sirvan de ejemplo las siguientes citas de su autobiografía, escrita en 1954:

«Para reírte de verdad, tienes que ser capaz de agarrar el dolor y jugar con él.»

«En la creación de la comedia se parte de la paradoja de que la tragedia estimula el espíritu de lo ridículo; a causa de su ridiculez, supongo, ésa es una actitud de desafío: nos vemos obligados a reírnos en la cara de nuestra indefensión ante las fuerzas de la naturaleza para no caer enfermos.»

Como ya hiciera en El chico —film que evocaba la propia experiencia trágica de su infancia—, para su segunda película en United Artist Chaplin necesitaba partir de nuevo de una experiencia dura en su vida. Encontró la idea una mañana de un domingo, mientras pasaba el fin de semana con sus amigos y socios Douglas Fairbanks y Mary Pickford, quienes le mostraron varias fotografías estereoscópicas de las regiones heladas que separan Alaska del Canadá donde se había desarrollado la famosa “fiebre del oro de Klondike”, la mayor búsqueda del preciado metal de la historia, entre 1896 y 1901, en plena crisis económica de los Estados Unidos, y en la que participaron unas 100.000 personas, de las cuales tan solo 4.000 encontrarían oro. La idea de retratar en pantalla la fiebre del oro de Klondike le entusiasmó de inmediato, pero aún precisaba de una historia que relacionara su experiencia vital con aquello. Chaplin encontraría lo que necesitaba en varios textos sobre la expedición de los hermanos Donner en otra de las célebres fiebres del oro, entre 1846 y 1847, en la que casi un centenar de hombres se perdieron en las montañas de Sierra Nevada en su camino por la conquista del Oeste. En dichos textos se afirmaba que prácticamente la mitad de los migrantes murieron por inanición o congelados y que algunos de los supervivientes habían practicado el canibalismo, mientras que otros se habían comido casi todo lo que estuviera a su alcance, incluidas sus propias botas. Chaplin, que había experimentado el hambre en su juventud, encontró el motivo perfecto en este relato para jugar con el recuerdo de su propio dolor y partir de la tragedia hacia la comedia.


Solo un genio como Chaplin pudo transformar una de las situaciones más trágicas que puede pasar un ser humano, como es el hecho de pasar hambre, en pura comedia.


Chaplin se documentó durante varias semanas de todas las fotografías a las que tuvo alcance sobre la fiebre del oro de Klondike, para tratar de plasmar lo más fielmente posible en el rodaje aquellas imágenes y localizaciones. Por primera vez con una historia completa redactada, pero sin un guion concreto, en diciembre de 1923 comenzó el rodaje de las secuencias iniciales de la película, que imitarían aquellas expediciones que aparecían en fotografías donde se formaban larguísimas filas de hombres que ascendían desde los recientes pueblos creados para la ocasión, cuales hormigas entre la nieve, camino de las montañas heladas. Para ello trasladó a su equipo a las montañas del norte de California durante dos semanas y contó con unos 600 extras —en su mayoría, vagabundos de Sacramento— contratados por un único día de rodaje para rodar el gran plano general que da inicio al film. De nuevo, partió de las fotografías para recrear las localizaciones de la película en su estudio, como las del original pueblo de Klondike o los interiores de los salones de otros pueblos creados alrededor de las expediciones bajo las montañas. Para recrear estas localizaciones en el estudio se necesitaron 100 barriles de harina, 285 toneladas de sal, 200 toneladas de yeso y grandes cantidades de confeti. El escenógrafo David Hall se encargaría de recrear una cadena montañosa a escala durante dos meses. Al mismo tiempo diseñó una cabaña en la que transcurriría el relato relacionado con la verdadera expedición de los hermanos Donner.

Todavía sin un guion definido ni un título para la película —durante el transcurso del rodaje se barajaron títulos como The Lucky Strike o The Northern Story— Chaplin solo era consciente de que el relato constaría de tres actos y de que se situaría geográficamente en algún lugar de la frontera entre Alaska y Canadá en 1890. El relato giraría alrededor de la historia de un solitario buscador de oro, encarnando de nuevo al mítico vagabundo, y de su convivencia en condiciones extremas en una cabaña con otro buscador de oro, además de incluir un romance con una bailarina del pueblo más cercano. De este modo, durante todo el proceso de producción de la película, Chaplin se dejó llevar por su instinto creativo para conformar el guion a medida que avanzaba el rodaje. En plenitud creativa, Chaplin consiguió articular el argumento alrededor del primer guion escrito para la trama de la cabaña entre los buscadores de oro, que incluía un tercer personaje como verdadero antagonista; un tirano sin escrúpulos que focalizaría toda la carga realista del relato de supervivencia. Mientras tanto, la historia del encuentro con la bailarina la situó en vísperas del nuevo año en un salón del pueblo. A partir de estas premisas argumentales, sin un guion definitivo, y con una metodología basada en la confianza por su instinto creativo —un método con el que trabajó en casi toda su filmografía—, Chaplin ideó, escribió y rodó toda la película durante 18 meses, de los que solo 235 días fueron hábiles para el rodaje.

Para encarnar a Big Jim McKay, el personaje con el que compartiría prácticamente todas las secuencias cómicas de la película en la cabaña, Chaplin no dudó en reclutar a Mack Swain, uno de los actores secundarios de sus películas con los que más había trabajado desde 1921. Big Jim representaba el típico contrapunto chaplinesco en sus comedias; un gigante de aspecto temible con quien el pequeño hombrecillo que él encarna debe convivir. El papel del malvado Black Larsen, un fugitivo de la justicia que vive en la cabaña hasta la llegada del vagabundo y de McKay, lo interpretaría Tom Murray, quien ya había trabajado con Chaplin en El peregrino (The Pilgrim, 1923). El papel de la bailarina fue inicialmente para Lita Grey, una joven menor de edad que ya había aparecido en El chico en 1921. Lita Grey interpretó a la joven bailarina durante seis meses, hasta que quedó embarazada de Chaplin, con quien mantenía una relación amorosa en secreto. Chaplin tuvo que parar el rodaje durante tres meses y casarse precipitadamente con Lita Grey en México, para evitar un escándalo por mantener relaciones sexuales con una menor. Para retomar el papel de la bailarina Chaplin contrató a otra joven actriz, Georgia Hale, una actriz de Chicago a quién había visto en The Salvation Hunters (1924), de Josef von Sternberg. Con Georgia Hale volvería a rodar todas las secuencias que ya había rodado con Lita Grey. Además, Chaplin le asignó su propio nombre, Georgia, al personaje que ella interpretaba. Debido a las interrupciones en el rodaje por la turbulenta vida privada de Chaplin, el rodaje se prolongó durante casi año y medio.


Para Chaplin la comedia era un recurso más para describir la naturaleza trágica de la vida.


La quimera del oro contiene muchas de las secuencias más hilarantes y recordadas de la filmografía de Chaplin. Entre ellas, la secuencia en la que el vagabundo y Big Jim McKay se comen una bota en el día de acción de gracias, sin nada más que poder echarse a la boca. Para rodar la secuencia se necesitaron 3 días, 20 pares de botas de regaliz y 63 tomas, ya que el efecto laxante del regaliz tuvo sus efectos tanto en Chaplin como en Swain y el rodaje se debía interrumpir continuamente por la lógica indisposición de ambos. Otra secuencia memorable es la que presenta a Big Jim McKay enajenado por el hambre voraz, y cree ver a un pollo en lugar del vagabundo. El propio Chaplin se enfundaría el traje de pollo para dar vida a la alucinación de McKay, con una interpretación magistral, en una secuencia de la que es casi imposible evitar la carcajada. Chaplin se inspiró para ambos gags en los sucesos reales acontecidos durante la expedición de los hermanos Donner en 1846, en la que muchos hombres practicaron el canibalismo y otros llegaron a comerse sus propias botas. Solo un genio como Chaplin pudo transformar una de las situaciones más trágicas que puede pasar un ser humano, como es el hecho de pasar hambre, en pura comedia.

Pero, quizá, el gag más memorable de La quimera del oro es la del baile de los panecillos. Un gag situado en la secuencia de la cena de Nochevieja en la cabaña junto a las chicas del pueblo. Durante los pases de la película, muchos espectadores pidieron al proyeccionista que parase la proyección y retrocediera la película para ver de nuevo el gag, incluida la célebre premiere de la película en Berlín. Chaplin no dudó en reinterpretar el baile de los panecillos en varias ocasiones cuando le era reclamado entre sus colegas. Sin embargo, la idea del célebre gag no surgió del propio Chaplin sino de su amigo Roscoe 'Fatty' Arbuckle, quien ya lo había interpretado en el cortometraje Tres pies al gato (The Rough House) en 1917, aunque sin la gracia y dedicación del genial Chaplin.

Otra de las secuencias míticas y, probablemente, la que más haya influenciado al resto de cómicos en el futuro, es la de la cabaña en el borde del precipicio de una montaña. Para confeccionar los planos generales exteriores se tuvo que recrear una maqueta de la cabaña en miniatura, que alternaba con los planos interiores de la cabaña real y el juego de cámaras, en una de las secuencias cómicas más largas y con mayor suspense del film.

Tal es la adoración que Chaplin sintió toda su vida por la película que en 1942 reestrenó La quimera del oro totalmente sonorizada, con efectos de sonido y una extraordinaria banda sonora compuesta por él mismo. También narró la película y la reeditó eliminando los intertítulos originales, alargando algunas secuencias y acortando otras. La versión de 1942 es otra obra maestra por sí misma. Sin embargo, Chaplin decidió eliminar —se desconoce el motivo— la secuencia final de la película de 1925, que contenía un primer plano de un beso entre Georgia y el vagabundo que, sin duda, poseía una naturalidad exquisita.

La quimera del oro es la obra de un genio en pleno apogeo de su creatividad artística y de su personaje, el pequeño vagabundo, Charlot. La comedia más exitosa del periodo silente y una de las películas más influyentes de la historia del cine.



Javier Ballesteros



Vídeo introductorio a La quimera del oro
por Javier Ballesteros.